viernes, 3 de abril de 2009




Es cierto que el imperio del capital a través de la compra de los sistemas educativos formales de nuestros países y especialmente a través de la gran lavadora de cerebros: la industria mediática mundial, ha borrado del consciente colectivo los códigos necesarios para poder descifrar lo que está pasando en el entorno inmediato… y peor aún, para que se asuma casi con vehemencia la mentira como la más fiel de las verdades, –como diría Ignacio Ramonet-. Pero también es cierto que las máscaras se caen al frente de nuestras narices y seguimos sin admitir que “el emperador está desnudo”.

Resulta que ahora no importa que se envíen más tropas para continuar la invasión en Afganistán e Irak; ya no importa que cinco de cada diez africanos mueran de Sida; que continúe la masacre sionista contra el pueblo Palestino; que el precio del petróleo haya caído de más de cien a menos de cuarenta dólares el barril; que la capa de ozono se siga deteriorando ante la desfachatez de quienes la destruyen y se niegan a firmar un acuerdo para salvarla… y salvarnos todos; ya no importa que dentro de veinte años la mitad del planeta no tenga agua potable; o que en el 2036 un meteorito destruya la tierra; no importa que haya muchos eventos más “en pleno desarrollo” -como diría Walter Martínez- que atentan contra la existencia misma de la raza humana. ¡No! En estos momentos lo más importante es salvarle la vida al asesino. No importa que se extinga el oso panda, la ballena azul o el venado de la Sierra de Perijá. ¿Qué importa que se deshiele la Antártida o se hundan las Islas Galápagos? Es más, ¿qué nos importa que los Mapuches y los Barí sigan muriendo? ¡No!, lo importante es salvar al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. El mundo al revés, diría de nuevo Eduardo Galeano.

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