Este pedazo de altiplano sureño que Bolívar llamó su hija predilecta…y de la que se enamoró con un amor desenfrenado, acogió con “sentido, entendimiento y razón”, el canto venezolano que vino a abrazar el sueño emancipador del originario que, aún guarda en su tez, en su rostro y en su fuerza la herencia de nuestros ancestros. La nieve se derritió al calor del abrazo bolivariano.
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