Es increíble como ha proliferado el periodismo empírico en Venezuela. Lo peor es que, ni las universidades, ni el Colegio Nacional de Periodistas, ni las decenas de asociaciones y sindicatos de fablistanes se pronuncian al respecto. Quiero empezar por decir que según lo que yo entendí en la universidad, una cosa es la comunicación y otra el periodismo, es decir… no son sinónimos. Comienzo con esto, porque he escuchado en miles de ocasiones decir que todos tenemos derecho a comunicar… a ser comunicadores. Eso es verdad. También pudiera ser verdad que el problema comenzó –como decía el maestro del periodismo, Cheo González- cuando al sistema se le ocurrió imponer el título de Comunicadores Sociales, sustituyendo el de Licenciados en Periodismo, con lo cual se generó la manipulación semántica. Y pudo haber comenzado allí porque es cierto que comunicar es y debe seguir siendo un derecho humano universal e inviolable, pero no es lo mismo que ejercer una profesión que tiene características técnicas y científicas como la ingeniería, la medicina, la economía, entre otras. Porque no es lo mismo preguntar que entrevistar; redactar que escribir; narrar que hablar; interpretar que opinar. Como no es lo mismo ser ingenioso que ingeniero; o curandero que médico; como no es lo mismo abogar que ser abogado; libertad de expresión y libertad de profesión. En fin, todos somos comunicadores… pero no todos periodistas. Y esta confusión puede ser muy peligrosa porque estamos hablando de la expansión de mensajes que, como las bombas de la OTAN en Kosovo pueden caer en el lugar equivocado. Y los misiles mediáticas tampoco discriminan.
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